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sábado, 30 de mayo de 2009

The Crazy Clown Jazz Band : Las Piedras en los años de The Crazy Clown Jazz Band



The Crazy Clown Jazz Band fue una orquesta integrada por muchachos muy jóvenes de Las Piedras. En 1960 ganaron un concurso organizado por Pepsi Cola, grabaron un simple, y tocaron como teloneros de Ella Fitzgerald, en el hotel Victoria Plaza de Montevideo. Una entrevista con Luis Trobo, trompetista de “la Crazy”, derivó en la evocación de una ciudad de La Piedras completamente diferente a la que hoy conocemos. No es por casualidad que tantos uruguayos destacados en las actividades más variadas, sean pedrenses. En este sentido, el desafío actual parece estar en recuperar el espíritu fermental que propiciaba fenómenos como el de la Crazy Clown Jazz Band.
Además de Luis, la orquesta estaba formada por Enrique Crespo en el trombón, Wilson de Oliveira en el clarinete, Berugo Carámbula en el banjo, Heber Sichero en el otro banjo, Enrique Trobo en la tuba, Juan Carlos Laglere en el piano, y a cargo de la batería se encontraba Luis Etchandi.
Desde un primer momento Luis definió el rumbo que tendrá la entrevista: “Yo lo que te puedo decir es que para entender las cosas que pasan en Las Piedras, tenés que conocer un poco a la gente, el origen y el desarrollo de la ciudad”. No se trata de hablar sólo de una banda musical de adolescentes del interior, sino de situar ese fenómeno en un contexto; Las Piedras. Por ese motivo, la música y la ciudad se alternarán permanentemente en la conversación.
De Miguel Angel Pareja yo fui alumno, de Germán Cabrera también. Fui alumno de Javier Barrios Amorín, por ejemplo, que era todo una personalidad, un tipo que, siendo senador, venía a dar clases a Las Piedras por dos pesos. Viajaba en el tren en segunda, en Montevideo caminaba desde la calle Jackson hasta la Estación Central, fumaba tabacos Puerto Rico, daba la clase, y al principio uno dice “este viejo...”, pero cuando pasa el tiempo y vos rebobinás, te dás cuenta con quién aprendías. Yo me acuerdo siempre de las clases de Delgado Robaina, que de repente lo tenías a la vuelta de la esquina... formaban parte de toda esa composición social, intercambio generacional, que era muy valioso. Entonces, en esa salsa aparecían ingredientes, surgía alguna iniciativa y vos tenías un marco referencial que te permitía desarrollar, que te iba como conduciendo. Habría sido mejor si nos hubieran podido sacar de la mente el fantasma de “mi hijo el doctor”, que siempre te decían: “sí está todo muy lindo pero esto es un entretenimiento, después hay que tirar de los piolines y estudiar en serio”, como si no fuera serio lo que uno estaba haciendo. Quizás no se hacía con profesionalismo, por supuesto, pero, por ejemplo, me pareció fantástico lo de “Quique” Crespo que dijo: “yo no estudio más ingeniería, lo mío es la música”. Eso después tiene un costo, tener que vivir en otro país, el alejamiento, el desarraigo, pero no deja de ser el desarrollo de una vocación.
¿Cómo nace The Crazy Jazz Band?
La banda de jazz surge en el colegio San Isidro. ¿Dónde se daba la posibilidad de que un niño tuviera acceso a un instrumento?. En la banda del colegio. Los instrumentos eran del colegio, estaban todos ahí, y a principio de año pasaban lista y preguntaban: “a ver, ¿quién quiere participar? ¿alguien sabe algo de música? Este, este, bueno, vayan para allá. A las cinco al salón de música, y este otro, qué se yo, que no se qué, al teatro”. Entonces, ya te iban abriendo puertas. Lo lindo estaba en que la cosa era bien plural, porque no era dogmática en el sentido de decir “estos pertenecen a este grupo y nada más”, sino que había un intercambio, que tenía que ver con el deporte. Tuvo mucho que ver Cirilo Malnatti, porque tuvo el genio de darse cuenta en organizar el básquetbol en Las Piedras, que no fue poca cosa armar la Federación Atlética de Las Piedras, una liga local, con todas las categorías, que englobó a la ciudad y alrededores. Entonces, por ahí vos no eras compañero de la escuela, pero en el deporte estabas en la misma, y después en los bailongos. Existía una cuestión de pueblo que te relacionaba, pero que, a su vez, te iba dando una cosmovisión de las cosas. Entonces, la banda del colegio era fundamental, a partir de ahí vos podías decir: “tal instrumento me gusta, no me gusta, me interesa, no me interesa”. En ese arranque empieza el rollo de la cosa, yo me acuerdo que nosotros formamos una primer orquestita en el barrio, teníamos catorce años, que yo hoy miro eso y digo: “con los valores que había en aquella época, cómo no se nos ocurría tener otros esquemas de trabajo”. Pero era la época, si fuera hoy te lo hago hablar al instrumento. Nosotros no teníamos tampoco un director técnico, no teníamos nada, era medio a intuición y a los ponchazos. Orquesta Guanabara se llamaba, era jazz pero tocábamos, también, música brasileña y del Caribe.
Tenían nombre de orquesta de música caribeña más que de jazz


Se la llamaba jazz pero no se tocaba jazz, era un ritmo que no era tango, digamos. Un poco por exclusión; no era típica, entonces se la definía como jazz. Y la típica era la que tocaba tangos y milongas, había un concepto muy primario. Pero bueno, esa orquesta funcionó un tiempo, incluso: 1953, 54 y 55, y ahí estábamos algunos de los que después integramos la Crazy. Que en la Crazy sucedió que nos juntamos algunos residuales de la Guanabara, más los nuevos que habían aparecido con Enrique “Quique” Crespo.
¿”Quique” y el resto de dónde venían?
Venían también de la banda del colegio San Isidro, pero una generación posterior. Entonces, ahí empezó medio un peloteo, y la verdad que no me acuerdo muy bien cómo fue que arrancamos. La primer actuación de la Crazy, que no se llamaba así, fue en la Criolla, con los uniformes de la banda del colegio, con el nombre de “The sailors”, los marineros.
¿Por qué en inglés?
Porque era la época. Si yo hoy tuviera que bautizar a la banda le pondría Las Piedras Jazz Band, o Mate Amargo Jazz Band, no sé, lo que a vos te hubiera gustado ponerle, pero me vendría a lo local. En aquella época había que ponerle un nombre raro. El nuestro surgió porque había un muñequito, llamado Crazy Clown, que era un muñequito de juguete que estaba en lo de Crespo, por los niños en la casa, y había que ponerle un nombre a la banda y le pusimos ese.
Y claro, se van dando esos desarrollos, porque Las Piedras era fermental en ese sentido, posibilitando cosas. A uno, de repente, se le ocurría arrancar para un área del arte y había un referente, existía ambiente. Después aparece, por ejemplo, Daniel Gallo, que pinta, ¿pero de dónde arranca?; empieza, él siempre lo dice, con la fotografía a través de mi tío Julio Trobo. En el campo del teatro, en Las Piedras surgieron “Los Comediantes”, con Walter Acosta quien, con otra gente de Las Piedras, hicieron... Mauricio Rosencoff hizo una obra llamada “El gran Tuleque”, que cuando se estrenó, Walter Acosta, que por ese entonces estaba en el complejo el Galpón, se llevó de Las Piedras a un muchacho que era el “Pocholo” Silva, de redoblante de murga. La primer murga de mujeres que existió en Uruguay era de Las Piedras, no me acuerdo cómo se llamaban, pero estaba la hermana de “Pocholo” Silva como principal integrante. Por eso te digo, hay muchas puntas en Las Piedras, que salen por muchos lados, es polifacética la cosa. Después se diluye un poco por esa manía de querer ser un barrio de Montevideo. Perdió muchísimo la ciudad (que se llama Las Piedras por esas grandes rocas que hay sobre el arroyo a la altura de La Paz, por Abayubá). Pero bueno, creo que hay un espíritu allí que no debemos perder.
Volvamos a la banda; ¿en qué año se formó?
Se formó a fines de los cincuenta, pero justamente aparece un acontecimiento que son las inundaciones del 59. A mí me tocó ir una mañana desde Las Piedras a la facultad en Montevideo en tren, y en el tramo de Las Piedras a La Paz ibas en un mar. Vos veías a la gente por Viale, sacando las camas, las sillas y todo para arriba de los techos, realmente impresionante. Y después, cuando salías de La Paz, el arroyo Las Piedras estaba desbordado, y recién se encontraba más o menos potable a la altura de donde ahora está la bodega Castell Pujol. Digo las inundaciones porque por ese motivo todo el mundo hacía recitales benéficos, como está pasando ahora, y se armó un festival de jazz, organizado por La Peña de Jazz, un club de Montevideo, del que nosotros no sabíamos nada ni teníamos noticias. Y ahí volvemos a lo mismo; aparece en escena un muchacho, José Bandaccari, alias “Pirulo”, aunque él se dice a sí mismo Johann Bandaccari, actualmente vive en Piriápolis, que era un loco que andaba siempre en la vuelta, gran amante del jazz. Nosotros por esa época hacíamos ensayos sin saber bien para qué, tocábamos por el gusto de tocar, algunas veces tocamos en el gimnasio del liceo de Las Piedras, y en el club Solís, también, donde ya había ido gente de Montevideo a vernos y tuvimos repercusión en la prensa. Pero recuerdo que este muchacho Bandaccari nos decía que teníamos que tratar de concretar esa orquesta, y nosotros no le dábamos pelota. Entonces, con motivo de ese festival por los inundados, él estuvo bien porque fue, nos inscribió, y nos dijo; “miren, tal día a tal hora, cine Plaza de Montevideo hay un festival, y hay que estar”. “No, no jodas”, le dijimos nosotros. Y ahí arrancamos. Nos fue bastante bien, porque para unos canarios de Las Piedras, tocar en la monstruosidad de esos ambientes no era fácil. Pero los organizadores nos alentaron mucho, y eso nos entusiasmó para seguir. Nos invitaron a participar siempre de las reuniones de Jamsession, y así empezamos a hacernos habitués de allí. Ibamos un par de veces por semana y tocábamos por un rato. Y después que entramos en esa salsa, un buen día La Peña de Jazz organiza un Concierto en el Sodre, en el cual, independientemente de estas incursiones tipo kamikaze... es un concierto en serio, donde hay orquestas de música culta, donde hay gente mayor, y ahí aparecemos nosotros. No teníamos idea de a lo que íbamos, es más, el presentador era Homero Rodríguez Tabeira, teníamos un tema bastante bueno para el arranque, pero la anécdota vale porque...
¿Qué tocaban, versiones?
En este caso tocamos un tema bien gustador, entrador. En todo ese período fue apareciendo la figura de “Quique” Crespo, fue desarrollando lo que después ha sido hasta ahora, que es un músico en serio. El tenía una visión muy clara de lo que quería hacer. Y el repertorio lo elegía él. Eligió acertadamente ese primer tema, que era muy impresionante. Entonces, cuando aparecemos y a la gente les presentan una orquestita de Las Piedras, en un concierto donde iban a tocar músicos consagrados, me acuerdo del maestro Washington Moreno, un pianista del SODRE que se apareció de jaket, con Jean Luis Derou, que era un francés oboísta, que vino a tocar jazz tipo experimental; Alexis Buenseñor, un baterista muy renombrado, y otros más, un grupo de personalidades, era como jugar en Primera División, y no fuimos muy bien recibidos. Es más, nosotros no lo advertimos en el primer momento por nuestra inexperiencia, pero gente amiga nos dijo; nos habían tirado monedas, en forma despectiva. Sin embargo, desde los primeros tres compases todo se revirtió a la velocidad del rayo y el público se volcó de nuestra parte. Claro, vos entrás a esos escenarios donde nunca fuiste, bien iluminados, y al público no lo ves, es una cosa negra, no ves nada. Y empieza el presentador, que era Rodríguez Tabeira, nosotros además teníamos que abrir el fuego, éramos los primeros, y recuerdo que nos chistamos; “dale, ¿ya?, sí, no, sí, ya”, boom, atacamos. Y cuando atacamos, la gente fue una ovación, pero, ¿por qué al principio?; porque en rigor era que no le estábamos dando pelota al presentador. Después hilamos todo y dijimos; “¿dónde estaba?” No, el asunto fue que la gente no lo bancaba a Rodríguez Tabeira.
Arrancaron en plena presentación de Rodríguez Tabeira.
Salí de acá Rodríguez Tabeira, no sé quien sos, y arrancamos. Y tuvimos buena crítica, que había destacado a Berugo, les llamaba la atención, era un niño de trece años, y a “Yiye” De Oliveira que tenía catorce.
El Concurso de Pepsi:
El Festival de jazz Walter Thompson, organizado por Pepsi, se llevó a cabo durante varias semanas de 1960, en un Cine Plaza siempre desbordado de gente. Luego de varias instancias, trasmitidas en vivo por radio, The Crazy Clown Jazz Band fue la vencedora del evento. Como parte del premio, grabaron un simple con dos temas: “San Luis Blues” y “Walking with the king” (A la par del rey, sería su traducción al español). Firmaron, además, un contrato con radio Carve para tocar en la fonoplatea del programa “Bajo las luces de kolynos”, que se hacía en el viejo estudio de la radio en la calle Carnelli, donde hoy funciona Cinemateca.


En ese concurso, además de nosotros, había dos muchachos más de Las Piedras, en orquestas distintas. Wilson De Oliveira, que ahora está en Alemania, y que había integrado la Crazy pero en el concurso compitió con otra orquesta. Con nosotros estaba Nelson, el hermano mayor. El problema era que no podías registrar no me acuerdo por qué... la composición de la orquesta tenía que ser así; la front line, con trompeta, clarinete y trombón; el bajo, y un clarinete. Por otro lado, las orquestas que se iban formando en los bares de Montevideo necesitaban músicos de jazz, no había de dónde sacar, entonces se daba una especie de picoteo; “che, venite para acá, con nosotros”, una cosa así. Entonces, Wilson De Oliveira tocó con otra orquesta, y Hugo Scarone, que era el segundo trompeta, tocó con otra. Son otros dos de Las Piedras que tocaron en el concurso, pero como rivales nuestros.
Ganan y graban un simple
Claro, el concurso, como todo concurso, tenía una cantidad de instancias que había que ir superando. Nosotros íbamos sumando puntos, y mientras tanto nos preparábamos cada vez mejor. La evolución que habíamos tenido desde que empezamos a esa altura, unos dos meses después, fue notable, éramos otra cosa, aunque estamos hablando de gurises totalmente amateurs. Le habíamos hecho caso a gente que nos estimulaba. En La Peña de Jazz, por ejemplo, te ibas fogueando al lado de... por ejemplo, un día aparece por el Uruguay Ella Fitgerald. Venía Ella Fitzgerald al Uruguay y nos invitan a participar, a tocar en el Victoria Plaza, fijate tú lo que era eso.
¿Fue antes del concurso?
De la fecha exacta no me acuerdo. Tengo los autógrafos de todos los componentes de la orquesta que acompañó a Fitgerald.
¿Ustedes conversaron con ellos?
Sí. Yo pude hacerlo con el trompetista... porque me pasó una cosa: yo me agrandé delante de estos negros, que era como tocar con Louis Amstrong, pertenecían a esa generación. Fitgerald era una negra petisa, que tenía un asistente que le traía y llevaba cosas, estaba siempre alrededor de ella. Fenómeno, hubo una actuación en el Victoria Plaza, nosotros éramos lo que ahora se llama teloneros, y después de ahí salimos del hotel y nos fuimos a La Peña de Jazz, porque había una Jamsession, que es una improvisación a cargo de músicos de distintas orquestas de manera totalmente libre y despreocupada. Y ahí se forma... al trompetista (Roy no sé cuanto) de la orquesta de Fitgerald le gustaba como aficionado tocar la batería, como hobbie, que, por cierto, qué bien tocaba, le daba tanta guasca al palito, rompió un par, dijo “dont´worry” y sacó otro par, y siguió tocando. Formaron un cuarteto en el momento, con dos de ellos, y nos invitaron a entreverarnos, y este negro estaba empecinando en seguir tocando la batería. Seleccionan un tema para el arranque, y yo sé que del susto por estar tocando con esos monstruos, creo que en lugar de inhibirme me agrandé, y yo no sé de dónde sacaba piezas, toqué esa trompeta como nunca, le saqué hasta mentir, y después me felicitó el negro, yo era un gurí, tenía diecinueve, veinte años, y él era un grande. Te comentaba eso como una anécdota al paso, porque haber tenido la suerte de participar en el mismo grado con esta clase de gente, queda en el mejor recuerdo.
Ustedes ganan el concurso y siguen tocando...
El concurso era: un contrato de actuaciones en distintos lugares, 5.000 pesos para todos, y la trompeta de oro, que era una trompetita de plata y no de oro. Pero como yo estaba de novio con mi señora, en la joyería Gallo me hice hacer un prendedor con ese premio, se lo regalé y quedé como un campeón. Y después, a raíz de eso, enseguida empezaron a surgir invitaciones para tocar. Pero cuando empezás a tocar, sentís que esa es una etapa cumplida, ¿Y ahora qué?, te preguntás. Entonces, había que hacer un replanteo. Y ahí un poco termina esa historia. Cada uno fue definiendo su futuro: Berugo a la actuación, otros a los estudios y otros a la música.
¿Cómo fue la anécdota del taxi en Argentina?
Eso fue de lo más curioso y divertido. En una de las actuaciones de la orquesta, tocábamos en el club Juventud. Había un bailongo importante, Julio Sosa venía de Buenos Aires, un poco antes de morir, y se le hace un homenaje a su madre, un reconocimiento, con la orquesta de Elio Lomutto. Después, estábamos nosotros y una orquesta de Santa Rosa, una bandita, que tocaba bien, al estilo de las banditas populares brasileñas de la época. Yo me acuerdo que estuve hablando con Julio Sosa, porque lo conocía de cuando era niño, en el consultorio de papá trabajaba una empleada que había sido medio novia de él. Julio Sosa aprovechaba que mi viejo salía y entonces iban a un zaguán, y yo los chantajeaba; “che Julio, ¿no me das un vintén para un helado?”. Y ya era una excusa para que se quedaran solos. El loco era bravo en eso; “no, estoy pelado”, decía siempre. Pero bueno, se hace el homenaje. Años después, con mi señora y una prima de ella estábamos en Buenos Aires y tomamos un taxi. Y no sé cómo salió la conversación; “che, ¿Las Piedras siempre está igual?”, “Sí, no se qué”, empezamos a hablar de Las Piedras... Y digo; “¿Vos supiste que nosotros habíamos tocado en una orquesta y justo había ido Julio Sosa?” “No, no, ¿cómo?”, “tocamos en un baile allá...” Y el taximetrista toma la palabra; “Yo estuve en ese baile”, “¿Cómo?” “Sí, con Lomutto”. ¡Qué casualidad más grande!, es una en un millón. Impresionante, porque Buenos Aires no es Montevideo, además que se dé en una conversación así. Fue realmente curioso, agradable.
Calle Choppin esquina Mozart:
Yo te puedo decir una cosa, por ejemplo, a tal punto estaba la idea fermental, yo sigo con el hilo conductor de Las Piedras fermental, que cuando se hace el barrio Villa Foresti, fijate en el nombre de las calles: Choppin, Strauss...
Cierto, el camino que va a dar a la ruta 5 se llama Choppin.
Mal escrito porque se escribe con dos p. Son todos nombres de músicos, ¿sabés por qué?, y la avenida central Domingo Gallo. Porque Domingo Gallo era el Secretario de la Junta de Las Piedras cuando se hizo ese fraccionamiento. Y la idea fundamental era: los clubes de alrededor de la plaza tienen la percepción que se está llenando de gente que no nos permite desarrollar como nos gustaría. Entonces se les ocurrió vender los solares a los músicos del Sodre. Por contactos en Montevideo lograron relacionarse con la COSODRE, que es la Comisión de Operarios del Sodre o algo por el estilo. A los que integraban la Orquesta del Sodre se les quiso vender solares para formar una especie de barrio tipo residencial de fin de semana, de toda gente amiga que estaban en lo mismo, residentes en Montevideo pero que vinieran y pudieran aportar al crecimiento de la ciudad. Venía por ahí. Creo que esto fue a fines de los cincuenta. Pero vistes que es un sesgo que a veces no se conoce.
Tenía la idea que esa zona fue pensada como un lugar de descanso.
Claro, el Country Club de Las Piedras se le llamó. Que ahora lo retomó Guinovart. Pero en aquellos años venían por ese lado. La idea original se desvirtuó, pero la explicación de por qué el nombre de las calles está en que el objetivo era venderles a los de la Orquesta Sinfónica del Sodre.
Se necesitan auspiciantes para construir el primer helicóptero:
Apareció en Las Piedras una vez, el precursor del helicóptero. Del helicóptero moderno, no de las teorías como la de Da Vinci. Era un francés, que andaba buscando quien lo financiara, por eso apareció en Las Piedras. A los comerciantes de Las Piedras les ofrecía los planos, que dejaba ver en lo de Pilar Cabrera. Era un helicóptero, además, que tenía una opción a pedal para mover las paletas...
¿Y de qué época estamos hablando?, principios del siglo XX...
Claro. Pero no, se desestimó la idea. El tipo después fue a Buenos Aires, desde Las Piedras.
Filmar en Las Piedras y grabar con alambres:
En Las Piedras se hizo cine y no solamente las películas de Luis Alberto Varela. El hizo un cortometraje que después se vio en las salas de Montevideo. Pastorino Gayo (hermano de Santos Gayo Oller, el autor del libro sobre Las Piedras), junto a la Asociación Amigos del Riel, filmaron películas, también. Yo me acuerdo que en una de esas películas, al tipo nunca se le ve la cara, es alguien que viene de pilot, llega en tren a visitar Las Piedras, recorre la ciudad, la plaza, visita el hipódromo, y después se vuelve en el tren. En las últimas escenas va filmando la vía férrea desde la plataforma del último vagón, y la ciudad se va alejando. Lo importante es que transmitía la idea... cine de segunda guerra mundial, blanco y negro, y al protagonista no se le ve la cara (se ríe). Y era mucha la experiencia en el cine.
¿Y se exhibían?
Seguro, ¿se exhibían dónde?, en una velada, ibas a lo de Gayo. Pastorino tenía la primera grabadora que yo vi, que era de alambre, ni siquiera de cinta. Nosotros el primer disco que hicimos con La Guanabara...
¿Hicieron un disco?
Sí. Un baión brasileño que lo tuvimos que grabar en la casa de Santos Gayo Oller, amontonados contra la escalera de la casa, un ruidaje fenomenal, defectuoso, por supuesto, esa fue la grabación que hicimos con Oller. No podíamos sacarlo de ahí porque el aparato ese lo manejaba el muchacho ahí, en ese espacio. Salíamos locos de la vida. Pero ellos habían hecho antes una orquesta, porque Santos Gayo Oller tenía, junto con otra gente, una orquestita tipo tropical de Las Piedras, mirá el dato que estoy dando. La historia no empezó ni terminó con nosotros, había focos por todos lados.

http://www.juventudciudad.com/ciudad/jazzband.htm

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