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sábado, 27 de abril de 2019

El 29 de abril el "Duke" cumple 120 años.


Edward Kennedy «Duke» Ellington (Washington D. C., 29 de abril de 1899 - Nueva York, Estados Unidos, 24 de mayo de 1974)



"Ya en la década del 20 apareció la magia en Duke Ellington. Tenía a mano todos los elementos necesarios para trabajar con fecundidad: inteligencia musical, iniciativa, lirismo, solistas extraordinarios que supo descubrir, y en algunos casos “fabricar”. Así nació un jazz distinto, una música de frontera, supercivilizada a ratos, otras voluntariamente primitiva, ingredientes que supo dosificar con sabiduría hasta conseguir un complejísimo refinamiento de atmósfera. Y durante toda su carrera fue oscilando entre la herencia de los antepasados y la originalidad armónica de impresionistas que fueran sus maestros. Y la totalidad de los elementos que encontramos y celebramos en su madurez, aunque imperfectamente, estaban definidos en la misma década original de su creación, en los años 20. Después retocó, perfeccionó, desarrolló.

Hoy, Duke ha muerto apagando cientos de fuentes de inspiración. Pero quiero ir al pasado, insistir en el hecho de que en la misma década del 20 Ellington comenzó a destapar las ollas del jazz para darnos otros sabores, otros alimentos, sin abandonar por eso la composición básica del arte que lo seducía. Hasta ese instante, de cada marmita había estado saliendo un olor especial, pero confuso, vago, que llegó a ser monótono con el tiempo, porque el vapor y el olor y el sabor se habían estabilizado. Ellington añadió otros materiales: un poco más de color, matices, y vio que todo era bueno, pero no descansó al séptimo día, siguió trabajando y nosotros comenzamos a soñar con el gran protagonista de las décadas; y me sucedió a mí y a otros muchos que estábamos cansados de escuchar a los intérpretes de ese tiempo haciendo tachín-tachín. Y apareció Eduardo Ellington, que todavía no era Duke sino Eduardo apenas, sin títulos ennoblecedores y sin haber ennoblecido su música.

Creo que en el principio todo debió sucederle como en un sueño, o en un ensueño con muchos colores y tonalidades diversas, y con muchas trompetas y trombones con sordinas, y se animó a darle pronta realidad a su fantasía. Hizo bien, porque pudo ser peligrosa su demora: nos sucede a todos; no nos animamos a algo y al final los sueños se nos quedan en los bolsillos. Y Duke preparaba Soda Fountain Rag y otras pequeñas creaciones, y en seguida sí fueron Harlem River Quiver y Mood Indigo y Solitude, y hasta esa Dama tan sofisticada. Y ahí, en ese ambiente misterioso fue creciendo lleno de alegría maciza y dura como el espíritu de los esclavos de Lousiana, ya la misma jungla, y colores… más colores y matices dentro de ellos; matices que giraban incesantemente. Y añadió algunos ingredientes humanos a los que colocó nombre y apellido: sus músicos. Y los fue creando y recreando de distintas maneras, con diversas aptitudes, y les entregó otros materiales que sacaba de su propia alma. Y lo mezcló todo y salió algo más denso, que iba desde la claridad radiante de un rayo de luna en la selva de los Bobo-Oulé hasta el magenta y el índigo y el terrible sol del desierto de Halahari. Y se trajo a rastras algunas frases de los románticos musicales y otras de los impresionistas, aunque las utilizó a su manera, del modo más negro posible, negras por dentro, en lo profundo.

Más tarde amplió la duración liberándose de los tres minutos fatídicos que sellaban los discos en el tiempo, y comenzó a crear obras de extensión, con otro espíritu, pero que, graciosamente, conservaban la esencia del espíritu de la obra consumada. Y allí pintó, como lo hiciera en la época de los tres minutos, cuadros, panoramas; describió vidas y costumbres con corcheas y semifusas.

Y como él era como un gran pagano, sensual y fuerte, llenó de hormigueante vida toda su obra y fue dueño de la complejidad y la belleza como nadia lo había sido hasta comenzar la existencia de la palabra Ellington en el vocabulario de los hombres; y pueden confirmarlo en cuanto a la belleza en In a sentimental mood, Sophisticated Lady, Lady of the Lavender Mist o Prelude to a Kiss.

Y corrieron los años y se agotó. Pero volvió a empezar, consiguió nuevas caras para sus sonidos. Hasta que se cansó una vez más. Más esfuerzos no tenían sentidos, ya que todo el jazz estaba teñido de Ellington, pero siguió luchando hasta cansarse definitivamente. O se cansaron las décadas. Qué sé yo....
"
GUILLERMO ORCE REMIS
( contratapa de "In Memoriam 1974"-Lp Trova)


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