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sábado, 21 de enero de 2012

Nanologias 2 :Nano en la radio

El recuerdo para un grande.-Abril de 2009
Al filo de la disputa conyugal, cuando alguien semana a semana persiste en la cita con una voz que soltada al éter con su “En el mundo de jazz” desde el micrófono nos hacía delirar allí donde los ‘80 despuntaban, conviene hacer un par de preguntas:¿Qué milagro es ése?, ¿cuál es su nombre? Por el lado del nombre, se trata del que ahora despido, con el que compartí apenas algunas horas, más siguiendo el interjuego radiofónico nos alcanzó esa infinitud latente llamado jazz: se trata de Nano Herrera, periodista, jazzman, y apasionado y decidido impulsor de esa música. Nacido en La Rioja, el pasado martes 7 de abril se apagó la vida de Nano Herrera, que con sus 69 años es la figura que en los últimos tiempos representó cabalmente lo que significa el jazz y su mundo. Fue unos meses antes de Malvinas, recuerdo que recién llegado a Buenos Aires y fanático del jazz, después de escuchar el programa “50 años de jazz” de los ya fallecidos Orse Remis y Héctor Basualdo, decanos de la radio y maestros de Nano, giraba el dial de la vieja Radio Nacional a la novel FM. Rivadavia, donde la mugiente voz del riojano hacía sus primeras armas en FM. Pronto lo conocí, el lugar no podía ser otro que el emblemático Jazz & Pop de la calle Chacabuco en San Telmo. Con su enorme modestia, allí Nano sin saberlo hacía gala mientras presentaba al inefable brasilero Hermeto Pascoal, o impulsaba una jam session con los locales Boiarky, Pampero Navarro, Fats Fernández, un Negro Rada recién venido de Suecia, y un Astarita, que junto con el Negro González en contrabajo eran los dueño de casa. Aquello no fue ajeno a su tiempo; hubo allanamientos, y hasta un fallido atentado al boliche acompasó las noches en dictadura. Querían imponer por la fuerza el compás de la melodía. Nadie retrocedía; con su infinita sensibilidad, Nano se ocupada de aclarar: “La música habla por sí misma” y “no hace falta traer las desdichas y faltas que acompañaron a muchos de los grandes músicos de jazz”. Sin caer en la pasión fría, hasta que la muerte, lo alcanzó todo en él era corrección y entusiasmo a favor del jazz y la gente que lo circunda. Fue tal la sintonía con aquella voz, que aún sin conocer su imponente humanidad, beneficiando por las ventajas de ser patrón, los sábados por la tarde llegaba al extremo de apagar la bandera de taxi libre y apostarme en las zonas que mejor entraba aquella hoy extinta FM, que inmersa en lo que luego sería multimedia anunciaba un fugaz devenir auspicioso. Junto a ella y en el programa de Nano, supe apreciar a la “Diosa negra”, que resultó ser la majestuosa y hasta hoy desconocida cantante Abbey Lincoln; pude también degustar a David Murray con su colosal World Saxophone Quartet, y también a otros tantos músicos argentinos, franceses, noruegos, cubanos, etc. Lo del milagro es simple: el jazz y la radio. Ni compositor ni intérprete, en Nano Herrera a un tiempo se resuelve la aporía del crítico, ya que supo lo que es jazz, y más que nada supo autorizarse a lo que significa estar en él y la vez fuera de él, difundiendo desde esa eximidad (SIC) como nadie las entrañas mismas de esa música, a la que supo beneficiar mucho más que a su persona. La radio lo hizo querido y respetado, pero la fama, que según Borges “nadie merece”, fue a partir de compartir por el fenómeno radiofónico su trato con todos los músicos del género, y por su epifánico estilo cuasi borgeano en las narraciones. Hablar de trato con estrellas del jazz americano implica conocer muy bien sus códigos, se sabe que estos no son de arriar. Como apostillas: casi de pantalones cortos asistió a las célebres sesiones de improvisación en tango de un hiperkinético Dizzy Gillespie en el Malibú, catedral de la noche de aquel microcentro porteño de los ‘50. También, con apenas 19 años, Nano hizo que el mismísimo Duke Ellington lo llamara a su camarín del Opera para con premura preguntarle: “¿Sabes algo de Oscar?”. Horas después se produciría el encuentro que tanto alivio trajo al infortunado y magistral Oscar Aleman. En su faceta de presentador, lo hizo desde el bien decir aquella única vez que el exquisito Modern Jazz Quartet nos visitó. Lo hizo con el viejo L. Hampton, con P. Metheny, con W. Marsalis, pero también lo hacía con ignotos y jóvenes músicos de la ciudad. Vociferó hasta las lágrimas el encuentro del Gato Barbieri con su público en el Coliseo. Como saldo de esos encuentros y códigos, tengo muy presente su condición de partenaire en la célebre mesa del intratable y talentoso Mono Villegas. Había que estar con el Mono en “Cuchillo y tenedor” de la calle Montevideo compartiendo su clásico bife de chorizo con papas fritas, pocos se le animaban. Para alguien que, como yo, para el que la radio y el jazz han sido algo más que compañía, hoy cuando incuestionable e inexplicadamente el jazz ha sido excluido del éter, sabiendo que más de uno lo recordará en Tandil, vaya mi sincero homenaje a este grande del mundo del jazz. Angel Orbea ABRIL DE 2009 EL ECO DE TANDIL http://www.eleco.com.ar/noticias/Inter%C3%A9s-General/14914:4/Se-fue-Nano-Herrera,-un-milagro-radiof%C3%B3nico-de-humanidad-.html

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