Mónico Aguilera hace escuela en Cerro Largo
El guitarrista Mónico Aguilera dirige la Banda Municipal de Cerro Largo y al quinteto juvenil que creó en Melo, donde ejerce una activa docencia desde hace siete años, cuando regresó de Brasil. “Yo hablo de actitud jazzística”, afirmó el músico, “el jazz está en absolutamente todo, no es algo imperialista. No es algo que tenga que ver con Estados Unidos. Veo como una escuela espiritual que viene en sí de la madre África”.
En las últimas tres ediciones de Jazz a la Calle Mónico Aguilera se destacó como un referente, un guitarrista ejemplar por talento y actitud. Y de alguna manera se lo percibía como “Mónico el repatriado”.
“Me lleno de orgullo y mi pecho se hincha cuando hablo del Uruguay” sostiene este músico nacido en Cerro Largo que estuvo 32 años fuera del país, después que fue fichado como alineado al movimiento comunista.
Su periplo lo llevó de Porto Alegre a San Pablo y de ahí a Río de Janeiro, en años de trabajo en negro; “marginalizdo”como expresa en momentos en que utiliza cierto portuñol, pues no se le otorgaban los papeles necesarios para hacerlo legalmente.
Cruceros, casas nocturnas, con big bands o solistas como María Bethania, Fafá de Belém y Hermeto Pascoal, Aguilera tocó sin parar y se fogueó “en una época de efervescencia muy grande”, como evocó entrevistado en El Faro.
”En ese andar como que me perdí de mí mismo en algunos aspectos”, reflexionó Aguilera. “El reencuentro con las raíces, con ciertos perfumes, ciertos aromas, te hacen también reencontrarte también en lo personal, más que nada como persona”.
Cuando llegó la Amnistía pensó en vover a Uruguay y su inclinación docente lo llevó a crear una escuela de géneros afines al jazz en un lugares quizá impensado: Cerro Largo.
Su tierra natal es una ciudad norteña próxima a la frontera con una fuerte influencia de la música brasileña, pero no precisamente la bossa nova, y donde es más proclive a escucharse la cumbia que acordes jazzísticos.
En Cerro Largo además de dirigir y hacer arreglos para la Banda Municipal, el guitarrista mantiene activo un qinteto de música instrumental que fue formando “con alumnos que estaban dando sus primeros pasos y que tienen una vocación natural por esto”, expresó.
Lo integran Fernando Silva en teclados, Federico Andrade en flauta, Gustavo Tort en batería y Alfonso Márquez en contrabajo.
“Allí yo encontré una forma de plantar una semillita que era un propósito, al vivir en lugares que infelizmente me parecen olvidados en el territorio por el centralismo montevideano. Esto impedía que llegaran informaciones”.
Pero hoy, en parte por su labor, “hay un oxígeno brutal, hay un perfume fantástico que está viniendo. He tenido la verdad mucha mucha suerte, he sembrado buenas relaciones, amigos preciosos”.
Hoy Mónico Aguilera es un maestro haciendo escuela en el más amplio sentido del término, y en lo extramusical.
“Yo hablo de actitud jazzística. El alma tiene que caminar”, sostiene, “lo hace una señora cuando cocina, un señor cuando planta su chacra. El jazz está en absolutamente todo, no es algo imperialista. No es algo que tenga que ver con Estados Unidos. Veo como una escuela espiritual que viene en sí de la madre África, de una filosofía a quien le debemos tanto y los hemos sacrificado tanto y tanto”.
Su apuesta a presente y a futuro es apostar a que “esa intimidad con el arte nos hace ser seres más amorosos, sensibles, transitamos frecuencias donde me parece se está más cerca de una cierta grandeza humana”
Edición: Soledad Bauzá
Foto: gentileza de Movimiento Jazz a la Calle
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