sábado, 6 de junio de 2009

Entrevista a Carlos Inzillo, organizador del Ciclo Jazzología

¿Cuál es la importancia de la escena de jazz dentro de la oferta cultural porteña?
Desde que yo tengo uso de razón, el jazz siempre ocupó una franja del público de la música. Siempre se habló de entre un diez o un quince por ciento: sería el porcentaje del público de música interesada en conciertos de jazz, recitales en boliches, en la compra de discos y libros. En este momento, comparando con años anteriores, me parece que hay una oferta bastante interesante. Los tiempos de gloria fueron en los años 30 y 40, cuando el jazz era música bailable; las orquestas de jazz amenizaban los bailes de sociedad, de clubes, de carnaval, las confiterías y cafés del centro. En los 50 te llevaban al centro como una aventura, a Gath y Chaves o a Harrod's, uno iba a tomar el té y había orquestas de primera en vivo, diez, doce músicos. Hoy en día eso es una utopía total. Pero echando un vistazo general hay un par de circuitos oficiales; casi con orgullo, diría que este, Jazzología, es el más tradicional y antiguo. De vez en cuando, la Secretaría de Cultura de la Nación organiza algunos ciclos, también la Dirección de Música de la Ciudad; y por supuesto, los boliches, como Notorious, Thelonious, Clásica y Moderna, y algunos más alternativos, como en Palermo Viejo el Virasoro Bar, o No Avestruz, por citar algunos nombres.

¿Cómo se conforma el público de jazz?
Está el público tradicional, pero también se nota, por fortuna, que el promedio de edad de la gente que concurre a espectáculos ha disminuido. Yo creo que hay mucha gente joven que descubre esta música, muchos de ellos se encuentran medio desamparados, o faltos de escuchar una música popular donde encuentren quizás la creatividad que da el jazz, que es algo distinto. Y ha subido la cantidad de estudiantes de música. Hay lugares donde estudiar música a nivel terciario, incluso universitario; esto favorece a la escena. También ayuda la comunicación; internet permite acceder, porque desde ya, no se puede amar lo que no se conoce. Cuanto más se lo conozca, más posibilidades hay de que más gente lo disfrute, que lo tenga como posibilidad de salida, porque el jazz pertenece al mundo del espectáculo.

Entonces, ¿cree que en los últimos tiempos hay una revitalización de la escena de jazz de la ciudad?
Sí, hay un repunte. La camada joven está creada por músicos argentinos que buscan su propia identidad, investigan, y el jazz se toma como un elemento importante porque permite una creación propia; lo que distingue al jazz de cualquier otra música es que el intérprete a su vez se convierte en un compositor, por la improvisación; va creando, e intervienen circunstancias aleatorias en el hecho creativo. Hay noches más inspiradas que otras. Eso requiere unas reglas del juego muy especiales; no es que el jazz sea pura improvisación. La improvisación en el jazz no es lo que el diccionario describe como un hecho desprolijo, no pautado; acá para improvisar tenés que tener talento y ciertas reglas y condiciones. Lo que es improvisado se dice por la espontaneidad, porque surge en el momento. La cantante Billie Holiday dijo "yo nunca canté dos veces una canción de la misma forma"; eso sería lo ideal. El artista siempre trata de darle la variante distinta.

¿Podría decir cuál es el referente más importante del jazz en Argentina, históricamente?
Oscar Alemán fue pionero, porque en 1930 estaba tocando en Europa con músicos franceses y norteamericanos, un creador de un talento notable. Está también Enrique "Mono" Villegas, el violinista Hernán Oliva, el Gato Barbieri, que ha llegado a triunfar internacionalmente; Lalo Schifrin, un músico excepcional que después se volcó a la música de cine y clásica... Incluso Astor Piazzolla, aunque sea tango, porque la línea fronteriza del tango y el jazz es ligera. Para los que nos gustaba el jazz moderno, Astor siempre fue un punto de referencia.

Hoy, ¿se puede hablar de un jazz local?
Se puede hablar de un modo de expresión más argentino, porque se nota en la corriente de músicos de la última generación, que han estudiado afuera, en Berklee o escuelas por el estilo. Ellos se nutren de una gran técnica, conocen lo que es el lenguaje del jazz contemporáneo, y tratan de incorporarle sus propias vivencias, con variaciones sobre todo rítmicas; hay gente que experimenta con ritmo de zamba, de chacarera, de tango, de malambo, de milonga. Se trata de tener un discurso musical descriptivo de lo que es otro contexto: pintá tu aldea y pintarás el mundo. Hay una búsqueda de identidad permanente. Adrián Iaies, por ejemplo, creo que ha logrado una muy buena conjunción entre lo que es el jazz y el tango, toma temas de tango como si fueran standards de jazz e improvisa a partir de ahí. Escalandrum, donde está el baterista Daniel "Pipi" Piazzolla, también tiene esa búsqueda; la mayoría está en un terreno de salirse de lo tradicional. Estos chicos muchas veces se convierten en compositores, hacen sus propios temas, como el grupo del guitarrista Fernando Tarrés. Pero me quedo corto, son muchísimos, sería una lista interminable; apenas estoy nombrando algunos jefes de fila.
Después hay gente de otra generación, que si bien se puede ir aggiornando, mantiene más contacto con lo que es el jazz en una característica universal: Jorge Navarro, Manuel Fraga, Gustavo Bergalli, el Negro González... Como más tradicional todavía, están la Antigua Jazz Band, la Porteña Jazz Band. Y también hay nuevos valores, en un mundo que es muy competitivo. Recuerdo con gran satisfacción a gente que pasó por Jazzología de muy joven y ahora está tocando afuera; como el trompetista Diego Urcola, que vino acá a los 18 años y desde hace varios está tocando con Paquito D'Rivera; ya tiene tres nominaciones a los premios Grammy. Y así podría nombrar un montón. Aquí el músico viene con el corazón a tocar, por el hecho de tener conexión con la gente, con los iniciados, que los hay. Todos los días surgen nuevas propuestas.

¿Se ven muchos turistas en la escena de jazz de Buenos Aires?
El turismo indudablemente contribuye con su presencia; se nota. El que le gusta el jazz siempre está ávido. Me pasa a mí; aunque vaya a Santiago de Chile, acá nomás, busco a mis amigos y les pido que me lleven a conocer lo que es el jazz en ese lugar, porque es la pasión de mi vida. Y acá el turista va a encontrar algunas cosas muy interesantes como para satisfacer el apetito jazzístico. Por supuesto, no es como en Nueva York, pero tiene una amplia variedad; acá se encuentra diversidad, porque aparte de toda esta corriente de jazz contemporáneo se pueden escuchar grupos de swing, de jazz tradicional, los clásicos. Y además, aquí escuchar jazz es bastante accesible; como no es algo especialmente para turistas, no cuesta tan caro como algunos shows de tango. Aquí el ciclo de los martes, Jazzología, es gratuito, y todas las semanas veo japoneses, coreanos, estadounidenses, italianos, brasileños... grupitos que aparecen porque se enteraron por la página web del Centro Cultural General San Martín. Ahora se queda gente afuera, porque el ciclo era siempre en la sala A-B, que tiene capacidad hasta para 900 espectadores, y muchas veces se ha llenado y rebalsado. Desde hace tres años, la sala está en reparaciones, y nos mudamos a la sala Enrique Muiño, que sólo tiene 270 butacas; se llena temprano, Después de 24 años de remar, tenemos un público cautivo medio de 600 personas que se ha consolidado en el tiempo.

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